Trataremos, entre todos, de divulgar y compartir los misterios y rarezas que nos encontramos los vigilantes de seguridad, en los diferentes lugares, donde prestamos servicios, desde la honradez y la objetividad, intentaremos darle la explicación mas sensata y lógica que encontremos, y así compartiremos con todo el que quiera nuestras experiencias.

(Todo lo aquí recopilado son hechos vividos por compañeros vigilantes de seguridad)

domingo, 18 de septiembre de 2011

Fantasmas en el objetivo

A mí, las primeras veces que me pasaron cosas, estuve por pedir la cuenta y no volver, pero por vergüenza aguanté”, afirmaba el vigilante de seguridad, Francisco Pérez. “Cuando cerraba las puertas del antiguo Hospital de Santiago, apagaba las luces de la exposición, me sentaba en mi mesa y me ponía la tele o la radio pensaba de todo pero me daba exactamente igual. Me decía: que sea lo que Dios quiera. Me daba igual todo y eso que hubo varios vigilantes que pidieron la cuenta y se fueron. Yo duré más porque le eché narices y me decía: yo no me voy de aquí. Era mi pan”.

No fue fácil convencerle pero finalmente, con estas palabras, comenzó Francisco Pérez a explicar a ENIGMAS cómo fueron para él las madrugadas de vigilancia en el Centro Cultural y Palacio de Congresos de la localidad jienense de Úbeda.

Sus jornadas de trabajo se convertían en un infierno, en una pesadilla que se prolongó durante cinco meses y que hasta la fecha no había compartido con nadie salvo con su mujer y compañeros de servicio por el miedo al qué dirán, y por el silencio impuesto por los responsables de la empresa de seguridad. Y es que allí –en el antaño Hospital de Santiago, construido en el siglo XVI bajo mandato del obispo de Diego de Cobos, antiguo convento y camposanto religioso así como hospital de sangre durante la Guerra Civil–, todos sus trabajadores se habían enfrentado a aterradores fenómenos de los que Francisco Pérez tuvo conocimiento nada más incorporarse.
“Cuando llegué a trabajar me comentaron que pasaban cosas raras. A los conserjes les habían pasado cosas. Los vigilantes habían visto cosas. Las cortinas se movían solas, se escuchaban pasos, se encendían y apagaban las luces… Y una de las primeras noches que estuve allí, al final del pasillo que da a la sala de exposiciones, pude ver algo que no se me va a olvidar nunca. Pude ver dos sombras cruzando el pasillo. Me ­asusté”.

Desde diciembre de 2007 a abril de 2008, Francisco Pérez –junto a compañeros como Sara Barranco– vivió experiencias desconcertantes en el majestuoso inmueble, considerado El Escorial andaluz: “Escuchábamos sonidos inexplicables Recuerdo que una madrugada escuché como si se cayeran un montón de libros contra el suelo de madera. Me quedé parado, me acerqué a la sala y no había nada. En otra ocasión, se fue la luz a la cinco de la madrugada. Cogí la linterna y encendí los interruptores para que volviera. Se iba la luz a menudo y ningún técnico podía explicar por qué. No había ningún fallo. Cuando regresé, dejé la linterna sobre la mesa, empecé a hacer el parte y la linterna comenzó a moverse sola, de un lado a otro. Parecía que alguien la moviera. Aunque lo peor fue el día que, estando sentado en mi mesa, del pico de mi chaqueta empezaron a tirar hacia arriba. Era como si una mano invisible tirara de la chaqueta muy fuerte”.

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